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Follando en el gymnasio

Voy varias veces por semana al gimnasio. Me gusta desconectar de la rutina haciendo deporte, poniéndome en forma, y recreándome la vida con un entorno tan… físico, tan superficial y tan armónico.
En el gimnasio soy bastante observadora, me gusta dejarme ver, pero me encanta mirar al resto, analizar sus ejercicios, cómo se mueven, qué ropa llevan, cómo sudan… He de reconocer que mi gimnasio no es un gimnasio de deportistas olímpicos precisamente, pocos bombones hay para evadirse, pero los justos para que me pueda centrar en lo que me gusta y no se me escape nada.
Y entre mis fichajes favoritos, están un par de chicos tatuados, impresionantes, una morena con las tetas de silicona y el monitor, al que me suelo quejar de lesiones para que me toque con esas manos de Tarzán camuflado.
Total, que en el gimnasio, además de realizar religiosamente mis ejercicios, me lo paso bien mirando al resto, moviendo el culo cuando me interesa quien está detrás, haciendo algún guiño de amabilidad a los pocos guapos follables que veo, y dejándome llevar por mis fantasías momentáneas del lugar y la situación.
Si una espina tengo clavada en la columna vertebral es la de no haberle tirado la caña al cerdo del monitor. ¡Seré imbécil! Porque seguro que se hace pajas con los videos de Marranazas, y estoy yo aquí contando mis fantasías con él. Y es que este chico me encanta, me da mucho morbo, es guapo, tiene los músculos definidos como a mí me gustan, y rara vez es la que no sueño desde la bici o la elíptica que se vayan todos y nos quedemos nosotros dos solos, que me ate, que me espose a alguna máquina para ayudarme con los estiramientos y me folle con violencia sobre cada aparato de musculación. En el banco de pesas, de abdominales, en los tatamis de kárate, me da igual…
Me gusta mi monitor, me gusta mi gymnasio, me da morbo el entorno y vivo con esta fantasía que algún día dejará de ser, pero mientras tanto, corro de gloria en mi cinta y me corro de clarísima cuando me seco después de darme las duchas pertinentes.
Ojala me estuviera leyendo y me reventará sin decirme tan siquiera “hola”.